Vi(d)as férreas
(Exposición en Feria de arte Las Brujas, 2017)
Tengo un recuerdo de infancia. Haber escuchado el último tren que hizo el recorrido Caldas – Angelópolis, pasando frente a la finca de mi padre que lindaba con la casa del abuelo, entre las estaciones “Salinas” y “Nicanor”. Pudo tratarse de ese acontecimiento. Yo tendría 5 o 6 años. Pero acaso sea solamente lo que Freud denominó “recuerdo encubridor”. No he investigado de manera exhaustiva el caso, pero me he prometido verificar su factibilidad histórica. Más cierto es el hecho, sin embargo, de que aún si se tratara de un suceso real de mi infancia, “el último tren” siempre es una expresión encubridora, metafórica, pasmosa.
Comencé a hacer fotografía décadas después del recuerdo del paso del último tren. Las vías férreas me hacen pensar en lo precario y al mismo tiempo determinante del recuerdo.
Nacen del caos en Praga o se hunden en el horizonte de puerto Colombia. Descienden como dos amigos hacia Chiado, o cruzan sus piernas en Barcelona. Desembocan en una selva ciega en Armenia, o cruzan Berlín por Alexanderplatz. Allí está también Westhafen, y en sus baldosas unos versos de Heine puestos encima de un fragmento de la declaración de los derechos del hombre. La poesía yuxtapuesta al derecho, como un recuerdo plasmado sobre otro, como lo humano sobre lo humano. ¿Quién decide la precedencia? ¿Qué funda la humanitas? ¿Adónde conduce? Me aferro tercamente al oficio de las cuestiones primeras y últimas. Aunque a veces miro lo transitorio y puedo retenerlo.