El acto pasivo

Nos aproximamos al final de “Confesiones de un burgués”. En dos semanas más habremos terminado la lectura de esta obra. Quizás por esta razón, la vecindad del fin, el largo camino recorrido, los análisis realizados hasta ahora, sea conveniente e incluso necesario intentar ir recogiendo el hilo que hemos desplegado a lo largo del semestre. Recogerlo quiere decir intentar aproximar el principio y el fin, unificar, hasta donde sea posible, lo que hemos apreciado de manera episódica o fragmentaria.

Hemos elegido como tema de discusión la idea de “acto pasivo” expuesta por el narrador como autointerpretación de una experiencia básica, fundamental de su vida –y quizás de toda vida humana–, que podemos designar como “movilidad existencial”. Mediante la idea de acto pasivo el narrador interpreta para sí mismo, es decir, se da a conocer a sí mismo, el modo como él en su propia existencia, vive y se mueve.

Miremos de nuevo el pasaje del texto en el cual aparece formulada esta idea: “La vida se decide en momentos así, cuando obedecemos, en contra de cualquier argumento, entendimiento o «sentido común», a una resistencia interior: avanzamos siempre paso a paso, incluso a trompicones; nos equivocamos de camino y buscamos el verdadero sin saber dónde buscar; nunca sabemos lo que queremos, pero de repetnte sabemos perfectamente lo que no debemos hacer… No somos capaces de calcular las consecuencias de nuestros actos, pero existen también actos de tipo pasivo como ése. cuando sentimos con certeza absoluta que negarnos a hacer algo o quedarnos en el mismo sitio, sin movernos, es lo mismo que actuar.” (pág. 369)

Es importante reconocer el peso y la densidad de este pasaje en el conjunto de la narración. En cierta media es una clave de interpretación, no solamente de lo que motiva la permanencia del narrador en Florencia, de su negativa a regresar a su país, sino también del modo como en general el narrador decide qué caminos emprender, cuáles evitar, en dónde permanecer y por cuánto tiempo. La idea de acto pasivo le asigna un sentido existencial a la movilidad de la vida, movilidad de la cual el reposo es solamente un caso límite, una forma límite de movimiento.

En primer lugar, el uso del impersonal es una manera de recoger la influencia, en las decisiones vitales, de fuerzas ajenas al control yocico, cuando la vida se decide en momentos así, el “se” marca la presencia de lo no discursivo, no argumentativo, o si se quiere, no racional. En cualquier caso, de lo que escapa a la decisión consciente y voluntaria. Más bien ocurre que el narrador está a la espera de la señal inequívoca de lo que debe hacer. Esa señal llega e impone su ley: “debía quedarme en Florencia, en ese nuevo mundo, hasta el último momento, mientras me lo permitieran los poderes secretos que regían mi vida.” Hay aquí algo que podríamos llamar “superstición”, pero también algo que podemos designar como el reconocimiento de lo inconsciente en la vida humana. Sabemos que el narrador ha leído a Freud, que incluso lo ha estudiado, y que ha derivado de su teoría algunos elementos de autoanálisis. Sea como fuere, superstición, presencia de lo inconsciente, o incluso agnosticismo, o incluso, una posición agnóstica de base, sirviéndose de las teorías en boga, el narrador encuentra en la idea de “acto pasivo” un modo de hacer explícito el modo como en su vida son ejecutadas decisiones fundamentales: obediencia a una resistencia interna.

Hay que decir también, que este momento de la vida, quizás desde la primera salida de la casa de campo, a los 14 años, está gobernado por un cierto poder negativo, del cual la resistencia interna es una expresión más. El narrador no sabe qué quiere, incluso admite que nunca sabe lo que quiere, pero que de repente, tras la manifestación de la señal inequívoca o bajo el dominio de la resistencia interna, sabe perfectamente lo que no debe hacer. No debe regresar a su ciudad natal, es decir, no debe hacerlo todavía. Este “no aún” como lo indica Ana Cristina, marca una finalidad, una meta, y en ese sentido nos proporciona también el final anticipado de la aventura. El regresará a su ciudad natal, a su casa, pero lo hará sólo cuando sea el momento propicio. Ese momento no ha llegado y él lo sabe. Pero ¿qué es aquello que determina la temporalidad y la movilidad existencial? ¿Qué está, por decirlo así, aún en trámite, en gestación, en maduración? Puede ser su vida misma, su juventud, entendida como modo de ser, más que como período cronológico. El modo de ser de la juventud, como avidez de novedades, de experiencias, como acopio de experiencias e impresiones, como ejercicio continuo con la palabra, con el lenguaje, con la escritura… Porque el narrador quiere algo, su destino, según sus palabras, el que se hace progresivamente manifiesto, el que aparece ante él con total claridad la noche en que se prepara junto a su amiga actriz para visitar a Kaiser, es ser escritor, y para llegar a serlo, para apropiarse de su palabra en tanto que escritor, tiene que ejercitarse con la palabra ajena. Ajena la lengua en la que escribe, ajenas también las situaciones que son objeto de narración. O dicho de manera resumida: primero hablar en otro idioma de los otros, antes de hablar en su lengua de sí mismo.

Otros temas propuestos:

  • La libertad como condición interior
  • No siempre sabemos lo que queremos pero sí lo que debemos hacer
  • La manera de conocer del periodista
  • El nacimiento del fascismo en Italia
  • ¿Qué significa conocer una ciudad?

El secreto de lo humano

Mayo 26 de 2010

En esta parte del libro, el autor, aborda varios temas que al final parecen agruparse bajo este título. Estos temas son: la genialidad de Kaiser, el dramaturgo, que pierde su autenticidad cuando entra a la política; la decisión de casarse con Lola que se la presenta como algo inexorable; la descripción de su propia neurosis que lo motivaba a «cometer» actos desbordados, y, por último el descubrimiento que hace gracias a Lola, que tiene que ver con que no sólo ella, sino todos los seres humanos guardan un secreto, pero al contrario de los artistas, dice, no logran articularlo. Este reconocimiento lo sitúa distinto frente a los demás, ya que a partir de este momento tendrá la voluntad de conocer a los otros, a quienes antes apenas «veía» en tanto lo divirtieran. A partir de entonces, el paisaje del narrador será mucho más rico y estimulante.
Todos estos temas animan a una reflexión: la dicotomía entre lo auténtico y lo que no lo es. El narrador parece alinear el secreto de cada uno en lo auténtico. Y si bien no lo define, afirma, poniéndose como ejemplo, que este secreto o reducto de autenticidad de un ser humano – lo que lo distingue de todos los demás– es suceptible de transformarse por dos vías: por sí mismo y en contacto con los otros. El ejemplo para lo primero está en el punto en el que el narrador habla de su neurosis y de la forma que empleó para apaciguarla «con la fuerza de la conciencia, de la voluntad y de la humildad». Más adelante añade: «El alma enferma conoce bien el secreto de su mal y suele buscar su antídoto con conocimiento de causa» (p. 340) Cabe entonces preguntarse si para él «ese antídoto» es la escritura como una forma de arte –para él la vía de articular su secreto– y el medio en el que esas tres fuerzas se desplegaron, logrando así devenir en otro auténticamente distinto al anterior.
El ejemplo para lo segundo– la transformación en contacto con los otros– se evidencia en la relación con su mujer, Lola «la enfermera invisible» que en la medida en que va ocupando una posición central en su vida, lo va conduciendo hacia una nueva manera de ver a los demás. En la convivencia con ella, el narrador descubre la voluntad de conocerla, de entrar en su singularidad y equipara esto al amor.
Ahora falta examinar la otra cara de la moneda: lo no auténtico ¿Se puede delimitar? El narrador sólo aborda este asunto refiriéndose al Kaiser y a sí mismo. El Kaiser pierde su autenticidad cuando entra a la política, él, en cambio, la gana cuando «deja de dar lo que los otros esperaban de él y comienza a dar lo que puede».
En conclusión la autenticidad, el secreto, la singularidad –todas palabras casi hermanas– se expresa para Marai de adentro hacia fuera, es un acto de la voluntad y es en relación con sigo mismo que un ser humano puede ser o no auténtico. Ahí está su secreto, el secreto de lo humano.

Otros temas:
– La soledad es el elemento vital del escritor
– La tragedia del genio
– El secreto de lo humano
– La percepción de lo auténtico
– Vivir con sus neurosis

La sabiduría (intuición) femenina de la vida: cortesía y disciplina

Al adentrarnos en la lectura corroboramos que el narrador es un ser en constante confrontación con todo lo que vive: las relaciones con el entorno y con quienes lo circundan definen un escenario propicio para madurar y transformar sus deseos, búsquedas y expectativas; convirtiéndolos en materia apta para su oficio de escritor.

Una de sus empresas como creador complicada y peligrosa era la de conocer a alguien con resultados pobres muchas veces. El conocer sobre la vida en general; fue una de las facetas importantes, para él, así como saber sobre los hombres que lo impulsaron a descubrir a la actriz quien era experta en las lides que también a él le seducían y que le proveían los elementos para conocer de cerca la intuición femenina, faceta que despierta en los hombres orgullo cuando la reconocen mínimamente.

Esta mujer despertó en él toda serie de admiraciones: por poseer una alegría vital, por su humildad y su exigencia, por ser culta y tierna, por su cortesía, por  tener claro que a través de la decisión y la crueldad se puede acceder a la libertad; por su irreverencia, por su jovialidad y autenticidad; por su recato, por su exquisitez y “tino” para elegir a quienes la rodeaban; por ser generosa y cómplice; por su madurez, por su calma en la observación de quienes compartían momentos de amistad en los que se revelaban “las pequeñas variaciones físicas”, por su poder  de observación que reparaba en lo que comían y en toda su gestualidad;  por la confianza con la que asumió la amistad con él; por su sinceridad que sirvió de bastión para la intimidad que caracterizaba esa relación, por la indiferencia y complicidad para desnudarse en su presencia como rasgos esenciales de su profesión; también, por conocer un secreto importante: saber estar sola. Por propiciar que en su compañía fuera tan bien educado y dócil como no lo había sido ni antes, ni con otra mujer; por dejarlo gozar de su compañía, por permitirle estar solitario y silencioso en su habitación observándola en el discurrir de su cotidianidad; por no pedirle nada y estar a su disposición, por brindarle a toda hora su tiempo y su ayuda de noble dama; por respetar sus estados de spleen, y por enseñarle la belleza de Berlín y la opción de pasarla bien en cualquier sitio.

Ella hacía de la soledad un arte el cual dominaba.  Todo ello, la convertía en un ser único    parecía vivir como en una concha protectora  muy admirable para quienes la deseaban.

Cuando cada uno de esos secretos fueron conocidos por el narrador, la actriz le resultó más excitante, que la propia desnudez física. Pareciera que poco a poco descubría en ella la verdadera esencia de la mujer que admiraba.

Otros temas sugeridos:

  1. El escritor es un ser solitario
  2. Vivir en soledad. El gran secreto
  3. Las paradojas de los alemanes
  4. El soleen de Berlín
  5. Orden y desorden interior y exterior

El año de maduración en Frankfurt

El capítulo termina con la despedida de un año en el que el narrador experimenta ciertos cambios que determinarán sus relaciones, su oficio y en definitiva su relación con el mundo.

El autor viene trazando una especie de “trayectoria narrativa” que va dando cuenta de cierto hastío o tal vez indiferencia; que se anuncia cuando éste no percibe ningún sentimiento particular; ni de aversión, ni de asombro, frente a la relación sado-masoquista de su vecino, el sastre jorobado y su esposa, de la cual le llegan los ecos impúdicos de su primera noche juntos.  Esta bizarra situación, que él define como algo “natural, normal y humano” sólo le merece una reflexión sobre sí mismo, sobre su propia actitud, que atribuye a un estado de ánimo.

Luego vendrá la descripción de situaciones vividas con los más pintorescos y conmovedores personajes con los que se encuentra durante este año vivido Frankfurt: primero está la señora Gudula, su distinguida dinastía de los Rothschild, y otras personas ricas de la ciudad; atractores y benefactores de peregrinos, vagabundos y aventureros, personas para las que carecía de importancia la profesión, la ideología, el trabajo… y con las que él advertía algo así como una identificación, pues para ese momento no había nada que le interesara realmente, ni siquiera la escritura era un asunto serio para él.
Luego, su encuentro con Hanns Erich, le facilita el acceso a varios círculos intelectuales de la ciudad y sin proponérselo al Frankfurter Zeitung, que es en ese momento, uno de los periódicos más influyentes en Alemania y en el resto del mundo. Es importante resaltar aquí el carácter fortuito que el narrador confiere a este evento, del cual dice: “Como todo lo que de verdad importa en la vida, eso también me ocurrió sin que me lo propusiera… me desperté una mañana y empecé a vivir en unas condiciones diferentes de las anteriores”. No reconoce la voluntad como un motor de la vida. Su paso por el Frankfurter Zeitung, que duró muchos años, se dio de manera natural, gozaba de una gran libertad para expresar sus ideas.  Más tarde, esta actitud despreocupada empezó a contrastar con la toma de conciencia acerca del oficio de escritor: “Un día comprendí la responsabilidad que implica la palabra escrita, y entonces empecé a tener miedo”; dejó entonces de ser “todo oídos”, de decir lo que querían escuchar y al empezar a expresarse con una voz propia, su colaboración para aquel periódico termino.

La llegada a la ciudad de K y su amiga, la condesa austriaca, ambos dedicados a la traducción de textos, introdujo cierto desorden a su vida, que lo llevó a cambiarse primero de habitación, luego de piso, de edificio y finalmente de barrio. K estaba dedicado a trabajar duramente y a enviar cartas de agravio y desagravio a todas partes del mundo por “correo certificado”.

Pese a las dificultades con el carácter de K, de ellos aprendió además de la amistad, la disciplina, el esfuerzo y el ritmo de trabajo. Trabajaban mucho en lo que para el autor era una extraña ocupación: “un traductor es siempre un escritor frustrado, de la misma forma que un fotógrafo es un pintor perdido”. No obstante, era la condesa quién más lo impresionaba, tal vez por ser una mujer capaz de transgredir todos los órdenes de su vida: “lo que atraía y repelía a un tiempo era la luz que irradiaba aquella alma purificada por el dolor, el conocimiento y la pasión”. Era capaz de interactuar con toda clase de personas, en cualquier ambiente. Todos se sentían a gusto en su compañía.  Fue su amigo, el resto de la vida.

Una carta de K, puso fin a su convivencia: “se enfadó por algo y me envió una carta por correo certificado urgente desde el primer piso a mi habitación del segundo”. Poco tiempo después abandonaría la ciudad de Frankfurt: “Un día me desperté y me di cuenta de que el año que llevaba en Frankfurt había hecho madurar algo en mí”.

Esta maduración, que como ya se mencionó, no sucede inesperadamente,  se viene produciendo en su interior, como algo “orgánico”, hay una alusión directa al cuerpo cada vez que asoma la idea de la escritura: se sentía “débil para escribir”, el escritor como alguien con “una visión amplia”, una «visión distinta», la escritura como una “manera de comportarse”.  De otro lado, el narrador deja entrever un giro moral, hay una especie de compromiso ético que se manifiesta en la capacidad para desarrollar una manera propia de observar la realidad más allá de lo evidente.

Hasta que un día Frankfurt ya no tenía nada que ofrecerle, se le antojaba empalagosa, una ciudad en la que la vida es “irrealmente «interesante»; mis días transcurrían de una manera artificial, como si estuviera iluminado de forma permanente por rayos ultravioleta”. Lo único que deseaba era huir de allí, la ciudad le provoca “una intensa sensación de hartazgo por sus sabores demasiado dulzones”.

Otros temas propuestos fueron:

  • La escritura como una manera ética de comportarse
  • El miedo a la palabra escrita
  • Las cosas que determinan las relaciones con el oficio y con el mundo
  • El Frankfurter Zeitung
  • Me desperté una mañana y empecé a vivir en unas condiciones diferentes de las anteriores

El misterio de la vida: el gran reportaje que ha estado escribiendo lustro tras lustro

¡Ya creía, pero aún más diría que ahora creo!

E incluso cuando todo se enrarece, cuando todo se malogra,

en la grey de los creyentes persevero.

Goethe

Empecemos con algunas preguntas que suscita el tema en sí mismo. La primera parte del enunciado: El misterio de la vida, la vida es materia sospechosa dice también el narrador. Nos preguntamos ¿qué es lo sospechoso, dónde está el misterio? ,¿cualquier hecho de la vida es importante y sospechoso?

La segunda parte del enunciado: hablar de gran reportaje remite indiscutiblemente a preguntarse por el oficio del periodista. Aquél que está a la par del tiempo que vive, tal como el narrador lo pretende, y en esa medida estar presente o ser consciente de los hechos. Nos preguntamos, ¿qué clase de hechos, todos, algunos, cuáles?

El narrador como periodista trata de vivir intensamente, se interesa por lo que ve, por lo que atestigua, por la vida en general. En un primer momento pensamos que no sabe todavía muy bien que es lo importante pues al parecer sus artículos tratan diversos temas, temas sin conexión, sin lazo, todos los escritos animados por el pathos de la urgencia, del miedo y de la angustia, pathos que se constituye en el temple anímico que lo impulsa a la tarea de relatar, al oficio de periodista y escritor. Más adelante nos damos cuenta que los temas si tienen conexión y lógica, la de los hechos que muestran cómo se establecen lazos entre las personas, lo que une a la gente, las conexiones entre los fenómenos.

La época del narrador periodista es la época en la cual se constata “la fragilidad capilar de los fenómenos”, ante sus ojos se descomponía, se desvanecía esa cultura, de allí la urgencia de escribir, de escribir de la vida, de develar el misterio de la vida. Sin embargo, él no escribe como los naturalistas que describen la vida como si hablase la vida misma, aun no sabemos como quién, intuimos que como él, pero sabemos también que aun no tiene una voz propia, todavía escribe en alemán, no en su lengua, apenas está empezando a encontrar su tono, su camino, su silencio.

Más adelante, en la sesión del seminario otra lectura propone, de manera sugestiva, que podría pensarse el “misterio de la vida” como ese camino irrealizable, siempre en deseo, siempre por hacerse. Misterio como un qué y como un camino.

De Leipzig a Weimar. El encuentro con Goethe nos presenta otra dimensión del narrador: con Goethe él siente que está en su patria, por primera vez no se siente un paria. Goethe es el ser que lo acompaña y acompañará toda su vida, eso puede anticiparlo. Con él la relación es de diálogo, de confrontación, no de reverencia, autoridad o impotencia. En Weimar intentaba develar otro misterio, el secreto del genio.

Otros temas:

  • Buscar y encontrar por sí mismo lo necesario: la disciplina personal
  • Vivir en estado de urgencia
  • La vida es una materia sospechosa para el escritor
  • La falta de finalidad y el paso a la acción
  • La fragilidad capilar de los fenómenos
  • Ser escritor: entre esteticismo y naturalismo

Las naciones como personas

Abril 13 de 2010

No solo las naciones se tratan como personas ( adjudicándoles unos atributos y una manera de relacionarse) sino también las personas están determinadas por sus naciones de origen.

En el relato, el narrador, al entrar en contraste con otros contextos nacionales (Alemania y Francia) siente la necesidad de determinar la especificidad de su propia cultura nacional, tratando de averiguar un rasgo fundamental de su identidad. Al hacerlo, advierte que en tanto burgués húngaro se posiciona frente a la cultura alemana con cierta superioridad (en un contexto de posguerra después de la primera guerra mundial) y en cambio, con relación a la cultura francesa, se relaciona desde una posición inferior.

Lo anterior se explica en el mismo texto: esta sensación de inferioridad frente a lo francés se debe, según el autor, a que la burguesía húngara se definió a partir de la representación que se hacía de la burguesía francesa. “Nosotros– dice el narrador– en nuestra ciudad de las Tierras Altas, éramos burgueses a conciencia, nos esforzábamos como los niños de un colegio, intentábamos hacer nuestros deberes, nos imbuíamos de la cultura y de la civilización occidentales. En Nantes, la gente vivía su vida normal, dentro de una cotidianeidad establecida sin arrastrar ninguna ambición de clase social” (p. 234)

Lo anterior pone en evidencia cómo lo occidental se asimila  a lo francés y cómo ser burgués en ese momento consistía en seguir el derrotero de rituales, de maneras y de los gustos franceses y comportarse de acuerdo con esta representación. Tal vez porque fue Francia el modelo y el centro de producción simbólica –y en cierta medida sigue siéndolo– que las burguesías del mundo tienden a parerse. Pero en todas ellas, menos en la francesa, se tiene la sensación de estar siguiendo una lección.  Es por eso que al cruzar la frontera el narrador comienza a temblar con la sensación de que le ha llegado el momento de presentar una lección.

De acuerdo con Mari, “Las naciones como personas”, también puede entenderse en el libro desde la perspectiva de las relaciones interpersonales. Esta circunstancia queda descrita en el momento en que el narrador describe la distancia y el extrañamiento frente a la cultura extranjera, tanto en el ámbito privado como en el afectivo. En el privado, se nota cuando dice que al caminar por Francia, él no podría imaginarse lo que estaba pasando detrás de los muros, en cuanto a lo segundo reconoce que no logra una total aproximación con las mujeres extranjeras, con quienes dice, no puede tener una relación de intimidad porque la distancia nacional (él equipara aquí lo nacional y cultural a la lengua), los separa. Y es radical en este sentido al decir “El amor tan solo balbucea en una lengua que no sea la materna. Uno siempre sueña en su lengua materna sobre la persona amada.” ( p. 243)

Sin embargo, como ha quedado claro en los capítulos anteriores, el narrador necesita “temblar”. Y una forma de hacerlo es confrontarse con los otros ( otras naciones) para encontrase a sí mismo, contrastarse con lo extranjero, mirarse en perspectiva y vivir en un cierto límite que lo saque de su zona de comodidad.

Temas opcionados:

1. Las naciones como personas

2. Territorio y nación

3. Las diferentes burguesías

4. La juventud como irresponsabilidad o ensoñación poética

5. Fronteras de las culturas

6. El cruce de las fronteras

Temas escogidos: 1

El camino que conduce a sí mismo

El narrador huye, escapa, rompe con su familia por primera vez y de modo radical. Lo primero que quisiéramos saber es de qué modo se describe esta ruptura, cuál es su «fenomenología». Desde el comienzo resulta llamativo el lugar del cuál se huye, el «de dónde se va», que es aquello que queda mejor descrito, a falta de una idea precisa acerca de «adónde se va». Se trata de la mansión señorial, propiedad de su tío, adónde van a pasar las vacaciones de verano: es un ambiente de paz eterna y sólida riqueza. Un «bucólico idilio» que genera un sentimiento de irreal felicidad. En este ambiente, rodeado por esta atmósfera, el narrador comienza, sin embargo, a angustiarse. Presiente el peligro que se aproxima, aunque de un modo vago y confuso. La descripción de la angustia (crisis de angustia) tiene una «sintomatología» semejante a la descrita por Heidegger en «Ser y tiempo». Esa angustia tiene un especial carácter de apertura para quien la experimenta, le hace patente su «estar arrojado en el mundo».

En esta narración hay una especie de dificultad inherente que obliga al escritor a contarlo todo, sin hacer ningún tipo de filtrado. No sólo se detiene en la descripción de la mansión, sino que intenta también recrear la atmósfera, algo de orden afectivo, ligado al entorno. El esfuerzo se hace tan evidente para el propio escritor que en algún momento se detiene nos dice, como justificándose, que al contar incluso anécdotas aparentemente insiginificante pretende recrear el momento, volver a vivir la excitación de aquel entonces. Las anécdotas forman parte del ambiente, son necesarias para revivir una excitación pasada que “hace que ardan algunos momentos de la vida”. Pero lo cierto es que el momento mismo no se deja atrapar, exige rodeos, volver una y otra vez, pues de lo que se trata es de relatar los instantes que acompañan un cambio fundamental en la vida del narrador, los primeros momentos peligrosos y dramáticos de su vida. “Golpe”, “explosión”, “cataclismo”, “experiencia”, son palabras con las cuales designa el acontecimiento que parte en dos su vida. Designan el acontecimiento de la ruptura, del quiebre.

En ese movimiento de huida no se sabe adónde se va sino de dónde se va, «sin condiciones y con todas las consecuencias». Y en verdad, como bien señala Ana Cristina, hay una descripción pormenorizada del ambiente que rodea al narrador en aquel verano dramático. Una descripción de todas las excelencias que componen el lado soleado de la vida, los lujos, las comodidades, la belleza, la abundancia de la vida burguesa, el no tan discreto encanto de la burguesía. ¿Porqué? Quizás para acentuar todavía más el gesto de la ruptura, para mostrarlo en toda su radicalidad.

Así pues, se marcha, emprende la huida, y una vez se recupera del duro golpe, del espasmo muscular que lo deja tirado en el piso, comienza a arrastrarse a caminar y a correr, con una decisión, una seguridad y una tranquilidad que le eran desconocidas hasta ese momento. Nada aún más terrible podría ocurrirle, y esta idea lo tranquiliza y afianza su decisión. “Cuando la vida toma de verdad una dirección determinada todos los obstáculos desaparecen”.

Pero «en la vida -nos dice a renglón seguido- no suele ocurrir ‘cosas importantes'». Margarita recuerda el bello pasaje de Ecce Homo “Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad, los pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo”.

La disyuntiva: permanecer en el seno de la familia y sus variantes (clase, ideología, raza) o elegir el propio camino y de allí en adelante no contar sino consigo mismo.

Pero este movimiento, este cambio fundamental exige una especie de adiestramiento. El narrador tiene que acostumbrarse, pues no es algo que se produzca de una vez y para siempre, sino que es un acontecimiento que hay que repetir. No se es rebelde, se deviene rebelde, la rebeldía no es un estado sino un proceso vital. ¿A qué tiene que acostumbrarse? A la verdad. Y para hacerlo hay que empezar por decirla. Este es uno de los sentidos fuertes de las confesiones de un burgués, es un sentido vital, existencial, no moral. Esto quiere decir que la producción de la verdad no responde a una máxima moral, a un deber ser veraz, sino a una especie de necesidad fisiológica en un sentido mucho más básico y, si se quiere, ético: decirla para acostumbrarse a ella, para acostumbrar al propio sistema nervioso a vivir en una especie de equilibrio precario y de peligro constante. “Me gustaría decir la verdad. Estoy intentando acostumbrarme a la verdad. La verdad es que no puedo culpar a nadie ni por mi carácter ni por el curso de mi destino.”

Ser y no poder estar: ser un burgués y no poder estar en compañía de burgueses, no soportar por mucho tiempo la compañía de los burgueses. ¿De dónde proviene esta aversión a la clase, esta necesidad de alejarse de su familia y de su clase social. En dónde están las “causas”? Una hipótesis planteada por el narrador: tal vez viva dominado por la falta de raíces de una clase social en vías de extinción. Es la causa que podriamos denominar transindividual y transhistórica. El representa a un hombre entre otros que no pueden encontrar su lugar en la tierra.

Pero quizás haya otra causa, de un orden más propio, más íntimo, y que tiene que ver con su deseo de ser escritor. Nunca, en tanto que escritor, se ha planteado la felicidad como meta. Pero aquí felicidad es un término complejo, que reune significaciones dispares e incluso opuestas. No es la felicidad que está situada del lado soleado que le reserva la solidaridad de clase aquello a lo que apunta el narrador, aquello que busca. Pero puede pensarse que su vida no está tampoco desligada completamente de una aspiración a la felicidad. Esa felicidad que quizás él busque sigue otras modulaciones, exige otras vías que las predestinadas para su satisfacción.

Una condición es aprender a vivir de otro modo, conseguir que su sistema nervioso se acostumbre al peligro, que se habitúe a ese estado y que se imponga una disciplina acorde con él, una disciplina de artista, y en ello quizás “artificial”.

“Es una tarea difícil liberarse de las ataduras de la solidaridad con la propia clase social y atreverse a aceptar la felicidad en todas sus formas y manifestaciones.”

“Nada de lo verdaderamente atractivo de la vida tenía que ver con los ideales, y tampoco probablemente con los estados puros, sanos o excentos de peligro.” Esta afirmación quizás vale también para el narrador en tanto que artista, en tanto que creador, por la razón de que para poder escribir necesita renunciar a los ideales de pureza que se impuso en compañía de su amigo Dönyi, y ser capaz de concebir una obra con paja, improvisada e imperfecta.

En este punto es interesante mirar el contraste que la vida misma produce (como una especie de venganza contra el espíritu burgués) al poner una al lado de la otra la vida en la casa de propiedad, con su fuente, su chimenea y sus buenos modales, y el edificio de pisos de alquiler de al lado, en el que viven las alegres señoritas, entradas en carnes, provenientes de Galitzia. Personas que llevan una vida alegre, o en todo caso verdadera y libre.

¿Cuál es la función de Berci en la economía anímica, subjetiva, moral del narrador? Demostrarle que él es, a pesar de todo, un burgués, y que no puede no serlo, y que tiene que aceptarlo.

Otros temas propuestos:

• En la vida no suelen ocurrir “cosas importantes”.
• La rebeldía como proceso
• Dönyi
• Rastreando las decisiones fundamentales

El oscuro objeto del deseo

En este estadio el narrador esta condicionado por la pandilla en la cual él mismo se refugia a la edad de ocho años; lo que lo hace tomar distancia del vínculo familiar. Sometidos él y sus amigos al influjo de un jefe con un poder avasallante, sólo explicable como hechizo producido por un encantamiento opresor; similar a la fuerza natural que no les permitía cuestionar lo absurdo de esa relación. Pese a que hacía parte de una familia de estrictos controles, también sus amigos, acudían a la primera señal que aquel raro personaje les hacía, ahí sí, cumpliendo sus órdenes con una ciega disciplina con la cual se quebrantaban las leyes, abocados por la desobediencia.

El no oponer resistencia a las demandas del jefe y el dejarse llevar por una mezcla de sentimientos encontrados suscitaba una pregunta: “Existe y hasta qué punto es determinante un componente sexual en la voluntad y la determinación”. Asunto inquietante ya que no era meramente el juego el que servía de acicate para unir a la pandilla. Otro juego, un tanto extraño y aterrador e infinitamente placentero, algo más secreto, una cuestión profundamente personal, definía el rumbo de sus vidas.

A la falta inesperada del intruso o del líder del circo, le sucede la amistad con Elemér; por quien el narrador sentía un amor platónico y gran admiración por su belleza, también, porque despertaba en él lo primario, el goce del deseo, del amor ideal; sentimientos que no provocaban ningún efecto en el ídolo que junto con su amigo; Tihamér hicieron parte de los mitos de su infancia que como fantasmas surgieron a partir de sentimientos confusos como el amor.

“Pude ver la estructura de la vida”. Expresión que recoge de alguna manera experiencias que, en una mezcla de aspiraciones e instintos se conjugan y forman parte de la herencia familiar del narrador dando cuenta a la vez, de su clase social.

Podría decirse que no hay claridad de cuál es el objeto del deseo, sin embargo, puede rescatarse el goce del deseo, del amor como posibilidad de representar el ideal que se expresa a través de quienes ejercían un influjo sobre él. Bajo la conjugación de algunos contrarios que se suceden en las relaciones familiares; de amistad, con sus compañeros de colegio, maestros, y todos quienes hacían parte de su cotidianidad en la que se destacan aspectos como: la trasgresión, el sometimiento, la libertad, el domesticamiento.

Pone en un punto muy alto a quienes le causan fascinación y a quienes no; los caricaturiza como es el caso de la tía Heddy, quien da muestras de extrema torpeza en el aspecto pedagógico, en cambio, rescata con afinidad a los profesores que no se dejaban domesticar y pagaban un alto precio saliendo del sistema.

Otros temas sugeridos:

El empuje a la deserción

El juego del circo humano

Instinto vs. Aspiraciones

El amor al líder de la pandilla

La historia familiar: esa historia mundial en miniatura

En primer lugar se trata de dilucidar cuales son las épocas en las que la humanidad al carecer de un mito común, la historia familiar se convierte en fuente de inspiración particular al convertirse en una historia mundial en miniatura.

Advertimos que la historia familiar atraviesa todos los capítulos y en esta última se centra en la familia paterna, en cierto modo, presentada por el narrador con figuras míticas para el:  la tía Zsüli, la familia del tío Franz, el tío famoso jurista  innombrado de Pest, y la corte de la tía Mari: “la familia verdadera”.

Nos llama la atención la forma que elige el narrador para describirnos su familia paterna, casi siempre con un tono elogioso, destacando sus cualidades artísticas e intelectuales y su curiosa relación con el dinero un poco contrastante con el ideal burgués promedio de la época y región.  Además se hace imposible olvidar como hace diferencia con los relatos de su familia del lado materno, en la que reconoce inferioridad y por lo tanto narra su dificultad inicial para aproximarse, y como el tío Erno  lo llega a avergonzar tanto como para reconocer que existen dos mundos diferentes.  Pero además en su mirada a la familia materna reconoce la fuerza de sus antepasados en su propia identidad, su carácter, su fenotipo.

Se hace evidente la lucha de clases nuevamente desde la perspectiva de esa historia familiar, como antes había mencionado con la aseveración de que todo matrimonio era un mesalliance.  Indudablemente la visión del universo burgués se da desde adentro como un “zoom out” que nos permite identificar los diversos matices que tuvo la burguesía de la época.

Hay una nostalgia importante en la manera de presentarnos a sus familiares.  La tía Zsüli es presentada como la verdadera dama, de quien admira su independencia, su amor por lo intelectual, sus relaciones sociales y mundanas, su bohemia, su visión de la moda y añora su identidad como la mujer del siglo XIX en detrimento de las mujeres jóvenes del siglo XX, que no le dan la talla, considerando a Zsüli como la moderna.  Es pura admiración: “¡Querida, queridísima tía Zsüli! Una verdadera grande dame que hacía milagros con el poco dinero que tenía y que bailaba y flotaba a través de los años”

El tío jurista de Viena, sorprende por su erudición, un genio real, y además sin ambiciones de riqueza, ni fama, humilde pero tan grande que es reconocido por todos sus pares y alumnos y es capaz de no asistir a su homenaje, porque “no podía permitirse acortar su existencia con cosas así”.

La Corte de Mária, el club de las solteronas es presentada magistralmente estableciendo sorprendentes contactos con el surrealismo o el realismo mágico (no discutido por tratarse de análisis intratextual), y representan un grupo que resulta siendo el depositario de la memoria familiar, son artífices de la sobrevivencia del mito familiar y por ende función vital, fuente de inspiración y de arte.  Tribu, república femenina, convento laico, “Es comprensible que Gizella sintiera ganas de salir de aquel convento laico donde las mujeres y muchachas enmohecían, y donde ningún hombre se atrevía a entrar.”

Finalmente, el debate sobre el tema inicial, sobre aquel mito común  que falta en la humanidad de la época y que hace que la historia mundial en miniatura quede representada en la familia, se ocurren posibilidades como la época de paz pre o entre guerras, la época burguesa cargada de contradicciones en lo religioso, en lo humano.  La patria con muchas etnias, costumbres y tradiciones diferentes fusionadas en la historia Magiar, en el final la mismísima Burguesía.

Nuevamente nos advierte el narrador al final como al tomar distancia de ese temor frente a los individuos en la fase vital peligrosa del Estado burgués,  y que posiblemente en su tono pesimista intuye la tragedia.

“Era una familia complicada, con mucha ira y mucha abnegación, con pobres de espíritu y testarudos, con burgueses que, en los tiempos de mi infancia, ya habían llegado a la fase vital peligrosa, por conflictiva, del Estado burgués.  A ellos se los debo todo, y me ha constado mucho olvidar y aniquilar en mi esa herencia.

Quizá  no lo haya logrado completamente.”

Temas:

  1. Los valores de la Burguesía
  2. La función del arte en la vida del narrador
  3. Menosprecio del dinero en la familia más burguesa
  4. La Historia familiar: esa historia mundial en miniatura

La decisión de Dezsö

“El camino que conduce desde el mundo exterior hasta nosotros mismos es largo y sinuoso y está lleno de pasos dados en direcciones contrapuestas cuyo significado e importancia sólo reconocemos con el tiempo»

Dezsö, el tío que decide dejar el estudio de las humanidades para convertirse en carnicero, fue el personaje que animó la sesión del seminario y alrededor del cual se tejió la discusión y la mirada sobre el resto de la familia materna.

La primera pregunta que emerge es si el ser carnicero (tarea insulsa y devaluada socialmente) puede corresponder verdaderamente a un llamado imperativo, a lo que el narrador pone en palabras del personaje, una “irresistible vocación”? es como si de repente Dezsö se viera abocado a una especie de rapto extático, una “inspiración” en el que el ser ya no es dueño de sí y no puede sino seguir su destino, como una fatalidad. La conclusión es que si existe una tal vocación de carnicero, entonces Dezsö la tiene.

Sin embargo, no es tan simple como esto, posiblemente el contexto familiar y social juega un rol importante en esta decisión, es decir, el ser carnicero, puede llegar a ser una forma de resguardarse del intimidante gesto de aceptación o exclusión de una clase social excluyente en el que el reconocimiento y el estatus están determinados en gran medida por los oficios y no necesariamente por las posesiones materiales. Parece irremediable, “la lucha de clases aflora siempre en una familia”. No obstante, a los ojos del narrador, la manera sencilla y feliz como decide vivir su vida, parece justificar plenamente tal decisión. Dezsö es por tanto, “uno de esos hombres que sabía vivir su vida y se atrevía a hacerlo”.

Pero Dezsö no será el único tío materno que decide seguir su pasión por encima de las convenciones que le impone ese “deber ser” burgués. “La pasión vs la burguesía”, otro de los temas sugeridos para la discusión en el seminario.

Jenö, hermano mayor de su madre, quién por no poder ser músico, decide suicidarse “por pura desesperación”. Esta, que parece una decisión bastante radical, se explica por la vocación artística de la familia y en especial por la música, pues ésta constituye, en palabras del narrador “el elevado elemento vital en el que ellos se refugiaban”.

Ernö, era el menor de los hermanos, que tras dieciséis años de ausencia, sin mediar palabra, se presenta un día cualquiera ante la familia convertido en una leyenda, es otro personaje que causa gran asombro y admiración al narrador. Su amor por la libertad, lo llevó a abandonar una carrera militar que le garantizaría un lugar en la familia y en la sociedad. Tenía otros talentos, era bebedor, jugador, tocaba bien el piano, “era un alma revolucionaria” le apasionaban las matemáticas y la física; cuando le toco enlistarse en el ejército, se fue para la guerra como si se tratara de una “excursión”, llenó sus bolsillos de dulces y cigarrillos y sin ningún dramatismo, se fue sin volver la mirada para despedirse. Un día, habiendo terminado la guerra por su propia cuenta, al darse cuenta “de que su colaboración no servía para nada” y ante la mirada perpleja de todos vuelve a la casa, para irse a Suiza a fundar una orquesta. Pero no todo en su vida era un discurrir armónico, Ernö también se debatía con su propio destino; el narrador, sin ser explícito, deja entrever que este personaje mítico encarna también la contradicción. El narrador tendrá la oportunidad tener una de las experiencias más impactantes de su vida, cuando lo visita a su hotel en Suiza y se percata de que “existían dos mundos distintos: el de primera y el de segunda clase”; el narrador dice “pude ver la estructura de la vida”.

Este retrato familiar conduce la reflexión del seminario al primer apartado del capítulo donde de manera enfática e incuestionable el narrador señala el papel que juegan las diferencias de clase en cualquier vínculo afectivo y que con el tiempo determinan el fracaso y desajuste de toda relación. Es la “lucha de clases” el escenario que marca el devenir de la familia; tal vez de manera inconsciente, por lo que no se nombra, nunca es algo explícito. «La vida pasa en una especie de penumbra, entre palabras que quedan sin pronunciarse, gestos abortados a medias, silencios y temores: así es la vida en realidad».

Otros temas del seminario fueron:

1. La familia materna como el encuentro con el proletariado.

2. Burguesía vergonzante o las vergüenzas del burgués.

3. La pasión vs. la burguesía (la elección de los tíos maternos)

4. Los oficios familiares.