Aun citando a otro autor, en este caso Spengler, Márai no deja de sorprender con frases como ésta, en la que el lector queda atrapado sin que el narrador le ofrezca mayores detalles y por el contrario a continuación, se enfrasque en una reflexión acerca de sus propias lecturas, que como una predestinación, según él, llegan en el momento indicado en situaciones de “crisis” como una respuesta o una solución vital.
Y no es extraño que teniendo como vecinos de habitación a una cuadrilla de militares rusos trabajando como autómatas en la elaboración y reparación de armas, una reflexión en torno a la acción y el trabajo humano constituyera un tema inquietante.
No obstante, lo que impresiona al narrador, es que el objetivo de esta máquina humana, hecha de hombres robotizados al ritmo de un ritornelo (el coro infantil ucraniano), era el de preparase para aniquilar el imperio alemán e instaurar el soviético. Lo verdaderamente aterrador, describe el autor, es que el fin último de este trabajo, es la aparición de una nueva forma de dominación nunca antes vista en el mundo conocido por él.
Por esto, tal vez, le llama la atención la frase de Spengler, y en cierta forma lo sumerge en la idea de que existe una acción creadora que moviliza la evolución permanente del alma humana; que no es equiparable con el resultado del trabajo mecanizado: “Precisamente Goethe, el creador de Fausto, es el mejor ejemplo de que un alma apolínea puede ser un creador pleno, tan pleno como un alma fáustica, refugiada invariablemente en la acción”.
Así, el individuo como creador se singulariza, es el hombre de acción. Y por tanto, se pregunta si se trata del final de algo; de acabar simplemente con el dominio alemán, con la cultura occidental; o si por el contrario de las manos infatigables de los rusos se verá emerger una nueva civilización, si su máquina destructora será capaz de crear algo nuevo en medio de toda esa devastación.
Esta pregunta no acaba de ser resulta. No obstante, se trata de una empresa poderosa, hecha de hombres con una gran fortaleza espiritual, hay algo en la naturaleza de los rusos capaz de sobreponerse a las más penosas condiciones, y es la concepción que como orientales han construido acerca de la vida, el espacio y el tiempo. Pues el sentido de su vida no es una senda que se traza hacia adelante. Es como si el significado de su existencia fuera ambivalente, indeterminado, como algo que no acaba de ser.
Esto que para los occidentales es poco legible, constituye a la vez un motivo de admiración por esta forma tan original de estar en el mundo. El autor narra cómo los místicos orientales “consideraban como objetivo final la disolución de la personalidad, el instante en que un individuo es capaz de traspasar los límites de su individualidad y se integra en el ritmo del universo”. Esto para un occidental significaría la evanescencia de la vida misma. Dice el narrador: “Mezclarse y diluirse en una masa y renunciar a la personalidad propia puede ser una experiencia eufórica también para el hombre occidental, pero ese experimento no puede convertirse en un objetivo vital.”
Otros temas sugeridos:
- El comunismo como sueño utópico de los intelectuales de occidente.
- Ser burgués: ocultar algo en el fondo del alma.
- El verdadero poder del miembro del partido.
- La conciencia colectiva de los orientales vs. la conciencia individual de los occidentales.
- El verdadero significado del comunismo.
- El complejo de superioridad de los rusos.