El alivio

La escogencia de El  alivio,  como el  tema que circunscribe estos fragmentos de “ TIERRA TIERRA”  parece obligada  por el mismo texto. Ya que este es  un sentimiento al que se hace referencia en repetidas ocasiones,  es una  impresión fuertemente analizada y concientizada por el narrador, un episodio al que se le hace un preámbulo bastante especial  y siguiendo la narración parece un hecho que afecta profundamente las percepciones del personaje tanto presentes como futuras. Pero aun  mas importante encierra un sentido ambiguo bastante inquietante.

El contexto en el que aparece el alivio está enmarcado por una sucesión de acontecimientos  bastante catastróficos.  El autor vuelve de las afueras de Budapest de donde se había refugiado de los efectos bélicos de la invasión Rusa a la ciudad y la encuentra   hecha cenizas,  y con ella  los referentes  sociales y económicos de su nación socavados.  Pero a pesar de ello es solamente hasta que encuentra el  estado de ruina en el que a quedado su propia  vivienda en la que su aparente estado de insensibilidad es vencido y es arropado por una sensación  bastante contradictoria de alivio.

El personaje seguidamente intenta deducir para  si los orígenes de este estado,  contradictorio a la destrucción presente  y al futuro que parecía intuir sucedería con el advenimiento del  sistema comunista. Su alivio reflexiono en primera instancia,  procedía del fin de su caricatura. La caricatura que moría para él en este momento histórico en el que la clase burguesa, sus valores, costumbres y  papeles eran  destruidos. El autor mismo recuerda como su vida ha sido una contienda incansable contra ese sistema y sus exigencias del que el mismo es  parte, pero con el  que nunca parece sentirse cómodo, y acentuado aun mas contra la forma de burguesía especifica de la capital. Cuando estos roles burgueses acaban cree que finalmente  las capas que tapan la esencia real del hombre se harán evidentes y que el mismo, como individuo, ahora tendrá la oportunidad de encontrarse con su identidad más pura que antes era incapaz de revelar y se guardaba como un secreto.

Pero el sentimiento de alivio parece tener un segundo momento en donde sufre una  metamorfosis. No es claro cronológicamente si es en este periodo mismo de la reconstrucción de la ciudad  el momento en que esta idea empieza a modificarse o si  es fruto de reflexiones futuras del personaje que son  traídas a la narración presente, y en esa medida si su evolución esta afectada por las comparaciones que  implicaran la nueva evaluación del sistema burgués frente al sistema comunista. Lo que es claro es que el personaje sin  dar cuenta del interruptor alcanza una nueva comprensión  tanto de su  caricatura propia como de la genérica.  La figura que  tanto a intentado develar y ridiculizar ahora se le presenta como una portadora de elementos de verdad. Interpreta entonces  que esta imagen es una parte de él y del hombre completamente indivisible y que por tanto comparte en alguna medida su esencia. Así que no se era o esto o aquello sino algo de los dos.

Estos pasajes nos revelan una percepción nueva del personaje.  Como invocado  por el mismo, los hechos históricos le dan la facultad  orgánica casi improbable   de despojarse de su papel como burgués  y desde ese punto de vista volver  a aprehenderla.
Los temas propuestos fueron:

  • La historia con mayúscula.
  • Callamos sobre quienes somos.
  • Para que escribir?
  • El enigma de almacenar y recobrar recuerdos.
  • La reconstrucción de Budapest
  • El vacio en el que se había convertido todo
  • La caricatura que también se es.

“La acción es un ideal humano, mientras que el trabajo es tan solo una obligación social”

Aun citando a otro autor, en este caso Spengler, Márai no deja de sorprender con frases como ésta, en la que el lector queda atrapado sin que el narrador le ofrezca mayores detalles y por el contrario a continuación, se enfrasque en una reflexión acerca de sus propias lecturas, que como una predestinación, según él, llegan en el momento indicado en situaciones de “crisis” como una respuesta o una solución vital.

Y no es extraño que teniendo como vecinos de habitación a una cuadrilla de militares rusos trabajando como autómatas en la elaboración y reparación de armas, una reflexión en torno a la acción y el trabajo humano constituyera un tema inquietante.

No obstante, lo que impresiona al narrador, es que el objetivo de esta máquina humana, hecha de hombres robotizados al ritmo de un ritornelo (el coro infantil ucraniano), era el de preparase para aniquilar el imperio alemán e instaurar el soviético. Lo verdaderamente aterrador, describe el autor, es que el fin último de este trabajo, es la aparición de una nueva forma de dominación nunca antes vista en el mundo conocido por él.

Por esto, tal vez, le llama la atención la frase de Spengler, y en cierta forma lo sumerge en la idea de que existe una acción creadora que moviliza la evolución permanente del alma humana; que no es equiparable con el resultado del trabajo mecanizado: “Precisamente Goethe, el creador de Fausto, es el mejor ejemplo de que un alma apolínea puede ser un creador pleno, tan pleno como un alma fáustica, refugiada invariablemente en la acción”.

Así, el individuo como creador se singulariza, es el hombre de acción. Y por tanto, se pregunta si se trata del final de algo; de acabar simplemente con el dominio alemán, con la cultura occidental; o si por el contrario de las manos infatigables de los rusos se verá emerger una nueva civilización, si su máquina destructora será capaz de crear algo nuevo en medio de toda esa devastación.

Esta pregunta no acaba de ser resulta. No obstante, se trata de una empresa poderosa, hecha de hombres con una gran fortaleza espiritual, hay algo en la naturaleza de los rusos capaz de sobreponerse a las más penosas condiciones, y es la concepción que como orientales han construido acerca de la vida, el espacio y el tiempo. Pues el sentido de su vida no es una senda que se traza hacia adelante. Es como si el significado de su existencia fuera ambivalente, indeterminado, como algo que no acaba de ser.

Esto que para los occidentales es poco legible, constituye a la vez un motivo de admiración por esta forma tan original de estar en el mundo. El autor narra cómo los místicos orientales “consideraban como objetivo final la disolución de la personalidad, el instante en que un individuo es capaz de traspasar los límites de su individualidad y se integra en el ritmo del universo”. Esto para un occidental significaría la evanescencia de la vida misma. Dice el narrador: “Mezclarse y diluirse en una masa y renunciar a la personalidad propia puede ser una experiencia eufórica también para el hombre occidental, pero ese experimento no puede convertirse en un objetivo vital.”

Otros temas sugeridos:

  • El comunismo como sueño utópico de los intelectuales de occidente.
  • Ser burgués: ocultar algo en el fondo del alma.
  • El verdadero poder del miembro del partido.
  • La conciencia colectiva de los orientales vs. la conciencia individual de los occidentales.
  • El verdadero significado del comunismo.
  • El complejo de superioridad de los rusos.

Los misteriosos hombres del Este

Al adentrarnos en la narración de ¡Tierra, Tierra!, el narrador nos propone desde su inicio, una mirada sin juicio, ni crítica, ni calificación de esos hombres soldados del Ejército Rojo, en vista de la dificultad del hombre occidental para entenderlos. Solo pretende constatar la imposibilidad para los de educación occidental de comprender a los rusos. En primer lugar llama la atención sobre su origen multiétnico (mongoles, cosacos, uzbecos, ucranianos etc.), y las diferencias y estratificación en las diversas razas. En segundo lugar precisa la dificultad para comprender los códigos de esos hombres que considera orientales y que por lo tanto le molesta el hecho de no poder predecir sus reacciones, contrastando con la realidad en las relaciones con otros hombres europeos. Por otra parte la paradoja entre la admiración a los escritores que profesan los soldados y oficiales rusos y su ignorancia casi total respecto a la literatura y de la cultura como tal (solo reconocen de oídas a Dostoievsky y Tolstoi, y parece que solo leen las imposiciones del régimen). A pesar de esto, su posición de escritor le permite sortear diversas situaciones e incluso guardar en su memoria elogios valiosos de simples soldados:”-Está bien porque si tú eres escritor, puedes decir lo que nosotros pensamos. Sin mirarme, salió despacio…..La carrera de un escritor no suele merecer muchos reconocimientos. Pero yo conservo esa frase como una condecoración muy especial.”

Para los rusos la narodni cultura, era una expresión casi mágica, y eso le servía para algunas veces lograr domesticar su fiereza. Pero nos llama la atención la presencia de juicios, la incapacidad del narrador de abstraerse de su emoción al ser parte de los vencidos o invadidos: a propósito de la cultura, nos dice: “… No sabían en el fondo lo que era exactamente, pero les interesaban y atraían todas sus posibilidades, la huida que se podía llevar a cabo con la ayuda de la cultura… ¿Huida de qué? Huida del yermo vacío de sus vidas”. En este punto se presenta una discusión acerca del compromiso del escritor y narrador con la situación, y que a pesar de tomar distancia al evidenciar su mirada descriptiva y desde otra época, no puede desligarse de la situación angustiosa del que esta siendo despojado, y si posiblemente la imagen del ejército invasor es simplemente eso: la de cualquier ejército invasor que arrasa, saquea, maltrata etc. y no propiamente la esencia de los rusos. Miramos sin embargo las diferentes descripciones y podemos concluir que para el narrador los rusos son diferentes: raros, extraños, infantiles, salvajes, nerviosos, tristes, imprevisibles, todo en ellos era incomprensible, incalculable e inaprensible. “..En todos los juegos que improvisaban había algo de hechicero, algo tribal, algo ritual; así que, cuando se ponían a jugar, también inspiraban miedo.”

Así también, es de alguna forma palpable que el narrador muestra las diferencias entre los hijos del totalitarismo, los que nacieron con el régimen, o simplemente entre los mayores de 40 años y los menores, presentando un poco de la nostalgia burguesa en los primeros. Si analizamos todo podemos inferir que realmente trata de ser objetivo y lo logra muchas veces pero que el diario cara a cara y la etnografía de la situación hacen que en veces emita juicios y críticas más bien originadas en su situación de húngaro invadido. Además es resaltado por el hecho de que en un principio habían tenido expectativas de algún modo positivas del ejército rojo en la medida que los liberaban de otra invasión, la alemana, cuya posición era claramente contraria. Aparece pues un sentimiento de decepción, que se desvanece por momentos cuando los considera superhombres como cuando menciona la habilidad de los cosacos, o la magnífica organización y jerarquía nuevamente incomprensible del ejército. Cabe resaltar el hecho de que Hungría había sido repetidamente vencida e invadida a lo largo de los siglos: turcos, alemanes, y ahora rusos.

El problema del saqueo es algo que preocupa enormemente al narrador, tal vez teniendo que ver con su condición de burgués y esa nostalgia del modo de vida que ha dejado de existir. Inicialmente el saqueo se fundamentaría en lo material pero luego el pueblo comprendería que lo que se pretendía era aniquilar su condición humana. Aquí el narrador utiliza su conocimiento posterior para comenzar a estructurar una crítica profunda hacia el sistema totalitario de la futura Unión de Repúblicas Soviéticas. Se hace sentir claramente el dolor y la nostalgia de Hungría y de la lengua húngara, su patria.

La ironía del narrador cuando menciona la situación cuando unos soldados dudaban de su oficio, al confesar que el tampoco estaba seguro si era escritor; nos lleva a una discusión sobre el ego del escritor, es decir como falsa modestia, pero podemos basarnos en la historia para afirmar que aquí no hay una pregunta por si es o no escritor, él ya es escritor, ser escritor no era su pregunta sino su salvoconducto.

Así como estudiamos a los misteriosos hombres del Este, el Ejército Rojo, podríamos terminar esta relatoría identificando a la Guerra como gran protagonista:

“Así son las guerras, siempre terribles, y las botas llenas de barro siempre acaban pisoteando los manuscritos de tierras extranjeras.”

Otros temas:

  • Los hombres prometéicos y sanjuanistas
  • Las situaciones de la vida a veces imitan las visiones de los artistas y la imaginación de los escritores
  • “Si tú eres escritor puedes decir lo que nosotros pensamos”
  • La duda de ser un escritor de verdad
  • El Ejército Rojo
  • La no incidencia de la opinión en los regímenes totalitarios
  • La ingenuidad del húngaro frente al invasor

El final de una forma de vida

El inicio de ¡Tierra, tierra! es un inicio conjetural y cuestionante. El encuentro con el joven soldado ruso en la plaza del ayuntamiento de un pueblo en las afueras de Budapest, es el encuentro del narrador con una realidad nueva y con una pregunta. La pregunta interroga por aquello que está imponiéndose como realidad, y de lo que el soldado ruso es una primera manifestación.

Esta gran pregunta realmente está compuesta de varios interrogantes más específicos: ¿Qué es el comunismo y qué sentido tiene? ¿Cuál es la fuerza que se presenta en Europa y de la que el ejercito rojo es su expresión militar? Y, finalmente, ¿cómo responderá el mundo –occidental– a la llegada del comuismo? Un hecho parece inevitable, “el final de una forma de vida”. Está anunciado desde el comienzo de la obra, desde los primeros episodios, desde la cena de cumpleaños con la cual comienza el relato.

El narrador, Sándor, el escritor, incluso el escritor que goza para este momento (18 de marzo de 1944, día del cumpleaños) de un reconocimiento internacional, emprende una tarea de dimensiones considerables: dar testimonio en su diario personal del momento histórico que vive, intentando no solo describirlo, sino comprenderlo.

El modo de hacerlo tiene cierto carácter fenomenológico. Se trata de partir de una descripción de las experiencias directas o de aquellas que él mismo pueda constatar, de las vivencias de él y de su grupo más cercano, refugiado en una casa en las afueras de Budapest, hacia el final de la segunda gran guerra. Partir de esta descripción para intentar responder, como se dijo, a las grandes preguntas que plantea la llegada del ejercito rojo a occidente.

Sándor no sólo tiene un método sino también algo así como una teoría de la historia, o un esquema del desenvolvimiento histórico de los acontecimientos: se trata de un juego de preguntas y respuestas. Oriente interroga a occidente, de tanto en tanto, en períodos y momentos decisivos de la historia, y occidente responde históricamente. Así, por ejemplo, a la pregunta que traen los árabes en la edad media, occidente responde con el renacimiento; a la pregunta que hace la invasión otomana, occidente responde con la reforma protestante. ¿De qué modo responderá, pues, a la llegada del comunismo a través del ejercito rojo? Se trata de responder a la pregunta del joven ruso, del jinete ruso, sin suspicacias ni prejuicios, pero con la clara consciencia de que todo aquello que comienza a aparecer le resulta al escritor “alarmantemente ajeno”.

En medio de esta total extrañeza, de esta falta de referentes que le permitan a Sándor hacerse a una idea provisional y coherente de quiénes son aquellos que están llegando a su patria, él tiene que apelar a una saber muy básico, casi instintivo, que le permita descifrar las situaciones en las que es abordado por los soldados rusos. El fin inmediato es sobrevivir, mantenerse a salvo y proteger a su familia. El fin mediato es conocer al otro en función de la pregunta histórica.

De ese saber instintivo del que se sirve la supervivencia hay un dato particular que será empleado continuamente: presentarse él ante los rusos como escritor. En medio de la arbitrariedad del comportamiento de los soldados, parece haber una constante: responden frecuentemente con respeto ante la figura del escritor. Sin embargo esta respuesta está lejos de ser una norma general. Entre el auténtico respecto y la total indiferencia Sándor conocerá múltiples posiciones intermedias asumidas por los rusos. Una de ellas dará lugar a una de las expresiones en las que la talla moral y artística del escritor se hará manifiesta: “Así son las guerras, siempre terribles, y las botas llenas de barro siempre acaban pisoteando los manuscritos de tierras extranjeras.”

Otros temas propuestos:

  • El totalitarismo y el talento
  • El esfuerzo por comprender objetivamente al ruso
  • La esperanza en la llegada de los bolcheviques y el desengaño
  • La historia universal como juego de preguntas y respuestas
  • La guerra