La sabiduría (intuición) femenina de la vida: cortesía y disciplina

Al adentrarnos en la lectura corroboramos que el narrador es un ser en constante confrontación con todo lo que vive: las relaciones con el entorno y con quienes lo circundan definen un escenario propicio para madurar y transformar sus deseos, búsquedas y expectativas; convirtiéndolos en materia apta para su oficio de escritor.

Una de sus empresas como creador complicada y peligrosa era la de conocer a alguien con resultados pobres muchas veces. El conocer sobre la vida en general; fue una de las facetas importantes, para él, así como saber sobre los hombres que lo impulsaron a descubrir a la actriz quien era experta en las lides que también a él le seducían y que le proveían los elementos para conocer de cerca la intuición femenina, faceta que despierta en los hombres orgullo cuando la reconocen mínimamente.

Esta mujer despertó en él toda serie de admiraciones: por poseer una alegría vital, por su humildad y su exigencia, por ser culta y tierna, por su cortesía, por  tener claro que a través de la decisión y la crueldad se puede acceder a la libertad; por su irreverencia, por su jovialidad y autenticidad; por su recato, por su exquisitez y “tino” para elegir a quienes la rodeaban; por ser generosa y cómplice; por su madurez, por su calma en la observación de quienes compartían momentos de amistad en los que se revelaban “las pequeñas variaciones físicas”, por su poder  de observación que reparaba en lo que comían y en toda su gestualidad;  por la confianza con la que asumió la amistad con él; por su sinceridad que sirvió de bastión para la intimidad que caracterizaba esa relación, por la indiferencia y complicidad para desnudarse en su presencia como rasgos esenciales de su profesión; también, por conocer un secreto importante: saber estar sola. Por propiciar que en su compañía fuera tan bien educado y dócil como no lo había sido ni antes, ni con otra mujer; por dejarlo gozar de su compañía, por permitirle estar solitario y silencioso en su habitación observándola en el discurrir de su cotidianidad; por no pedirle nada y estar a su disposición, por brindarle a toda hora su tiempo y su ayuda de noble dama; por respetar sus estados de spleen, y por enseñarle la belleza de Berlín y la opción de pasarla bien en cualquier sitio.

Ella hacía de la soledad un arte el cual dominaba.  Todo ello, la convertía en un ser único    parecía vivir como en una concha protectora  muy admirable para quienes la deseaban.

Cuando cada uno de esos secretos fueron conocidos por el narrador, la actriz le resultó más excitante, que la propia desnudez física. Pareciera que poco a poco descubría en ella la verdadera esencia de la mujer que admiraba.

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