Las naciones como personas

Abril 13 de 2010

No solo las naciones se tratan como personas ( adjudicándoles unos atributos y una manera de relacionarse) sino también las personas están determinadas por sus naciones de origen.

En el relato, el narrador, al entrar en contraste con otros contextos nacionales (Alemania y Francia) siente la necesidad de determinar la especificidad de su propia cultura nacional, tratando de averiguar un rasgo fundamental de su identidad. Al hacerlo, advierte que en tanto burgués húngaro se posiciona frente a la cultura alemana con cierta superioridad (en un contexto de posguerra después de la primera guerra mundial) y en cambio, con relación a la cultura francesa, se relaciona desde una posición inferior.

Lo anterior se explica en el mismo texto: esta sensación de inferioridad frente a lo francés se debe, según el autor, a que la burguesía húngara se definió a partir de la representación que se hacía de la burguesía francesa. “Nosotros– dice el narrador– en nuestra ciudad de las Tierras Altas, éramos burgueses a conciencia, nos esforzábamos como los niños de un colegio, intentábamos hacer nuestros deberes, nos imbuíamos de la cultura y de la civilización occidentales. En Nantes, la gente vivía su vida normal, dentro de una cotidianeidad establecida sin arrastrar ninguna ambición de clase social” (p. 234)

Lo anterior pone en evidencia cómo lo occidental se asimila  a lo francés y cómo ser burgués en ese momento consistía en seguir el derrotero de rituales, de maneras y de los gustos franceses y comportarse de acuerdo con esta representación. Tal vez porque fue Francia el modelo y el centro de producción simbólica –y en cierta medida sigue siéndolo– que las burguesías del mundo tienden a parerse. Pero en todas ellas, menos en la francesa, se tiene la sensación de estar siguiendo una lección.  Es por eso que al cruzar la frontera el narrador comienza a temblar con la sensación de que le ha llegado el momento de presentar una lección.

De acuerdo con Mari, “Las naciones como personas”, también puede entenderse en el libro desde la perspectiva de las relaciones interpersonales. Esta circunstancia queda descrita en el momento en que el narrador describe la distancia y el extrañamiento frente a la cultura extranjera, tanto en el ámbito privado como en el afectivo. En el privado, se nota cuando dice que al caminar por Francia, él no podría imaginarse lo que estaba pasando detrás de los muros, en cuanto a lo segundo reconoce que no logra una total aproximación con las mujeres extranjeras, con quienes dice, no puede tener una relación de intimidad porque la distancia nacional (él equipara aquí lo nacional y cultural a la lengua), los separa. Y es radical en este sentido al decir “El amor tan solo balbucea en una lengua que no sea la materna. Uno siempre sueña en su lengua materna sobre la persona amada.” ( p. 243)

Sin embargo, como ha quedado claro en los capítulos anteriores, el narrador necesita “temblar”. Y una forma de hacerlo es confrontarse con los otros ( otras naciones) para encontrase a sí mismo, contrastarse con lo extranjero, mirarse en perspectiva y vivir en un cierto límite que lo saque de su zona de comodidad.

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